miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿En qué ambiente vivimos?

¿En qué círculos nos movemos? ¿Qué tipo de gente tenemos a nuestro alrededor? ¿Nos animan a seguir adelante o son como una losa que nos impide levantar la cabeza?

Te propongo un ejercicio. Durante la próxima semana, toma nota de los comentarios de la gente que te rodea. Al final, haz un resumen. ¿Abundan los comentarios positivos como "mira qué bonito", "qué simpático es Fulano", "¡qué bien se está aquí!", "esto está muy rico", "qué gracioso es ese perrito", "me gusta tu camisa", "¡qué buena tarde hace!", "¡qué gusto sentarse!", "¡qué buenas ideas tienes!", "esto se te da muy bien", "qué bonito te ha quedado", o son más bien del tipo "mira qué pintas", "Fulano es un...", "menudo calor, no hay quién aguante", "esto está soso", "¡quita, perro!", "¿dónde te han vendido esa camisa?", "ya está lloviendo otra vez", "estoy agotado", "¡ay, Señor!", "qué pena de vida", "contigo no hay manera de llegar pronto", "nunca te acuerdas de...", "esta máquina es un cacharro", "tú siempre con tus ideas", "¡qué feliz vives!"?

Todos hacemos comentarios positivos y comentarios negativos. Hay cosas que nos gustan y otras que no. Hay gente que nos cae bien y otra a la que no aguantamos. Hay momentos en los que nos sentimos bien y otros en los que nos duele el estómago. Cuando queremos ir a la playa, nos encanta que haga sol, pero cuando el campo se agosta, ese mismo sol nos revienta. Por el contrario, si las plantas se están secando, el agua es una bendición, pero si tenemos que salir a la calle, la consideramos un buen engorro.

¿Quién no se queja de vez en cuando, quién no critica a otra persona, quién no expresa su disgusto por algo? Lo importante es el balance final. ¿En qué se fija más la gente que nos rodea, en lo que le gusta o en lo que le disgusta? ¿Son más conscientes de las cosas buenas o de las que les molestan? ¿Tienden más a expresar lo bien que están o lo que les fastidia una situación determinada? ¿Qué tipo de comentarios son los más frecuentes? Ese es el quid.

Mira estas imágenes:




¿Qué sensaciones te transmiten? ¿Con quienes preferirías estar?

Tanto el optimismo como el pesimismo son muy contagiosos. Si nos rodeamos de personas que suelen ver el lado bueno, agradable, de las cosas ¡y que hablan de ello! (este aspecto es fundamental), el ambiente es relajado, acogedor. Nos sentimos bien, tranquilos, podemos disfrutar de la vida. Si, por el contrario, las personas con las que estamos tienen tendencia a ver la parte negativa de lo que sucede, a comentar las cosas que les molestan, les entristecen o consideran ridículas, ese ambiente se crispa. Es como si se llenara de pinchos.

La vida está llena de cosas buenas, de cosas malas y de cosas que nos dejan indiferentes. Cada situación tiene un aspecto positivo y un aspecto negativo. Las personas son las que eligen con cuál se quedan. Y eso que eligen, se lo transmiten a los que tienen a su alrededor. Imaginemos un campo lleno de árboles frutales, cuajados de fruta, y con el suelo cubierto de hierbas. ¿En qué se fijan, en la fruta o en las hierbas? ¿Qué dicen, "qué cantidad de fruta" o "qué cantidad de hierbas"? Ambas cosas están ahí, pero unos verán lo positivo y otros, lo negativo.

Por muy fuertes que seamos, siempre hay momentos en los que estamos más decaídos y nos dejamos influir por nuestro círculo más próximo. Por eso es importante que intentemos rodearnos de personas positivas, optimistas. Y si hay alguien muy cercano que se empeña en ver siempre lo negativo, que parece que disfruta pensando en todo lo malo que puede pasar, que solo comenta lo que no le gusta o lo que resulta ridículo, echémoslo a broma. Mostrémosle que su actitud también puede resultar ridícula o desagradable para otros. Pero hagámoslo con humor, no caigamos en sus redes. No nos dejemos arrastrar por su pesimismo; intentemos arrastrarle nosotros.

Es raro que alguien prefiera no estar a gusto.  Lo más habitual es que las personas que ven siempre el lado negativo de la vida no hayan tenido a nadie que les enseñe que también existe un lado positivo, así que podemos intentar mostrárselo nosotros. Pero mucho cuidado con dejarnos llevar a su terreno. Si a pesar de todo se niegan a sentirse bien, entonces lo mejor es limitar al máximo el contacto. Pero tengamos siempre en cuenta que, igual que ellos influyen en nosotros, también nosotros influimos en ellos. No somos víctimas de la situación, sino los responsables de afrontarla de una forma o de otra. No olvidemos que el control está siempre en nuestras manos.

martes, 28 de agosto de 2012

¡¡Una avispa!!

Hoy he ido a la playa. Para mañana se prevé "un frente" y había que aprovechar. A la hora de comer hemos ido a tomar unas rabas y unas patatas bravas al chiringuito. Estando allí, una avispa se ha puesto a revolotear a nuestro alrededor. Mi sobrina ha empezado a hacer aspavientos y a dar manotazos. Los demás, por el contrario, nos hemos quedado muy tranquilos (unos con más cara de mosqueo que otros, pero bueno) y la avispa ha pasado de nosotros olímpicamente.



Volviendo ya en el coche he pensado que me apetecía reflexionar sobre la idea de que no podemos controlar muchas de las cosas que nos pasan en la vida, pero sí nuestra forma de reaccionar ante ellas. Siempre que nos sucede algo, ya sea bueno o malo, pero especialmente en este último caso, podemos elegir entre dos posturas: o reaccionamos de forma visceral, dejándonos llevar por la situación, o reflexionamos y decidimos qué queremos hacer.

Cuando algo nos pasa, nuestro ser tiende hacia una reacción espontánea (que no tiene por qué ser la misma para todo el mundo). En el caso de la avispa, lo que nos sale normalmente es empezar a hacer aspavientos y a dar saltos y gritos. La avispa nos da miedo, nos asusta la posibilidad de que nos pueda picar, y por eso intentamos que se vaya y, al mismo tiempo, damos rienda suelta a ese miedo que nos invade. Sin embargo, también sabemos que, con esos manotazos, podemos asustar a la avispa y es entonces cuando nos va a atacar. Es muy raro que nos pique así porque sí.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que la avispa estaba allí; eso no lo podemos controlar. ¿Y qué hacemos en esa situación? Podemos empezar a dar saltos y gritos o podemos quedarnos quietos y tranquilos, por ejemplo. ¿Qué es lo que nos sale de forma natural? Normalmente, los saltos y gritos. ¿Cuál es la reacción más favorable para nosotros? Por regla general, quedarnos quietos y tranquilos. La avispa no nos picará y no pasará nada.

La vida está llena de situaciones que no dependen de nosotros. Lo que sí depende de nosotros, siempre, es nuestra forma de responder ante ellas. Podemos dejarnos llevar por nuestros impulsos o pararnos a reflexionar y decidir qué queremos hacer. Quizá a veces lo primero sea lo mejor, pero en mi opinión eso no es lo habitual.

Mucha gente dice que no puede controlarse. Yo he comprobado que es cuestión de práctica. Eso sí, hay que querer. Eso es lo fundamental. Si no se quiere, no hay nada que hacer. Pero cuando quieres hacerlo y le coges el tranquillo, te empieza a salir de forma natural.

Como dijo Viktor Frankl, psiquiatra y psicoterapeuta austríaco que estuvo encerrado en un campo de concentración nazi, "si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontas ese sufrimiento". ¡Y él sabía de situaciones que no se pueden cambiar!

¿Y vosotros qué opináis?¿Creéis que es algo que está en nuestras manos? Espero vuestros comentarios. ¡Hasta la semana que viene!

lunes, 20 de agosto de 2012

Presentación

Empezamos un blog nuevo. ¡Toda una aventura! Llevo meses dándole vueltas a la idea, sin atreverme a arrancar pero, a la vez, con muchas ganas de compartir cosas. Durante este tiempo me venían montones de ideas a la cabeza (uy, esto lo podría poner... estaría bien hablar de aquello... mira que idea tan bonita...) y también muchos miedos (¿seré capaz de escribir un artículo cada semana? ¿tendré ideas suficientes?). Por fin me he decidido y aquí estoy, delante de una hoja casi en blanco, dándole a la tecla.

¿Y de qué va a tratar este blog? En principio, de coaching. ¿Y eso qué es? Pues supongo que cada uno podría dar su propia definición. Esta es la mía: el coaching supone una forma de ver la vida en positivo, una manera de vivir apreciando lo que nos rodea. Es un modo de relacionarnos con los demás respetando, escuchando, pidiendo lo que necesitamos y atendiendo a lo que nos piden, sabiendo decir que no cuando nos interesa. Es también la capacidad de comprender nuestras emociones, de reconocerlas sin permitir que dirijan nuestra vida, así como una herramienta con la que podemos ayudar a los demás a que miren en su interior para encontrar sus auténticos deseos, sus objetivos, sus problemas y cómo solucionarlos. ¿Ambicioso? Sin duda. ¿Realista? Por completo. ¿Divertido? Mucho. ¿Práctico? Lo que más.

¿Qué quiero contar? Reflexiones sobre cosas que leo, lo que voy aprendiendo en mi formación constante como coach, cosas que me pasan y que creo que pueden hacernos pensar. Mi intención es que sea un blog muy directo, entretenido, sobre asuntos cotidianos; que cualquiera pueda verse reflejado en él. Ya sé que apunto muy alto, pero si limitamos nuestras aspiraciones, jamás alcanzaremos nada que merezca la pena.

También os informaré de los talleres, cursos y actividades que iremos preparando, y luego de cómo salieron. Vivo a caballo entre Cantabria y Albacete, así que encontraréis cosas en ambos sitios.

Me gustaría que vosotros me dijerais lo que os interesa, que me propongáis temas. Así nos enriqueceremos todos.

A partir de la semana que viene nos meteremos ya en harina. Lo de hoy no ha sido más que una breve presentación, como el propio título indica. ¡No iba a empezar directamente, sin explicar nada antes!

Muchas gracias por acompañarme en este viaje y hasta la semana que viene. ¡Nos vemos!